(al maestro Bolaño)
Hans Reiter contempló al oficial con sus humildes ojos claros de aldeano y, tras breves segundos, asintió.
No quería problemas en su división. Pero, qué sabría el general Von Berenberg de la verdadera esencia del pueblo alemán. ¿Acaso había trabajado como su padre la dura tierra alemana que tan sólo producía hambrunas, patatas y remolacha? ¿O había entrado a trabajar a los doce años en una fábrica textil de su Forst natal en eternos horarios desde el frío crepúsculo matinal hasta el frío crepúsculo nocturno? No, él sabía de la esencia del pueblo alemán por Hegel, Wagner o Goethe -Nietzsche siempre se consideró polaco aunque los nazis lo erigieron como paradigma del espíritu germánico.
Reiter, aunque apenas conocía esos nombres de oídas, lo intuyó. Y también intuyó que ni ellos habían cogido una arma en su vida -Niezstche sí, Nietzsche siempre fue diferente- ni el general había escrito en su vida tres versos seguidos. Pero sus humildes ojos claros de aldeano se fijaron esta vez en los pobres soldados rubios que, como cabo, estaban a su cargo. Y, tras el discurso del general, grito con todas sus fuerzas Heil Hitler.
Hans Reiter contempló al oficial con sus humildes ojos claros de aldeano y, tras breves segundos, asintió.
No quería problemas en su división. Pero, qué sabría el general Von Berenberg de la verdadera esencia del pueblo alemán. ¿Acaso había trabajado como su padre la dura tierra alemana que tan sólo producía hambrunas, patatas y remolacha? ¿O había entrado a trabajar a los doce años en una fábrica textil de su Forst natal en eternos horarios desde el frío crepúsculo matinal hasta el frío crepúsculo nocturno? No, él sabía de la esencia del pueblo alemán por Hegel, Wagner o Goethe -Nietzsche siempre se consideró polaco aunque los nazis lo erigieron como paradigma del espíritu germánico.
Reiter, aunque apenas conocía esos nombres de oídas, lo intuyó. Y también intuyó que ni ellos habían cogido una arma en su vida -Niezstche sí, Nietzsche siempre fue diferente- ni el general había escrito en su vida tres versos seguidos. Pero sus humildes ojos claros de aldeano se fijaron esta vez en los pobres soldados rubios que, como cabo, estaban a su cargo. Y, tras el discurso del general, grito con todas sus fuerzas Heil Hitler.
2 comentarios:
Buen inicio, un toque borgiano, a lo Deutsche Requiem le vendría bien. Enhorabuena por el blog y gracias por el enlace.
Gracias por los consejos. Así se aprende.
Publicar un comentario